¿Recuerdas cuando paseabamos de
la mano entre calles repletas y no se oia nada más que a nuestros corazones?
¿Escuchas aún como resuena por
toda la ciudad el eco de nuestras risas?
¿No sientes como si fuera ayer el
efecto de felicidad que tenían nuestras voces al darnos las buenas noches antes
de irnos a dormir?
Porque yo apenas lo recuerdo, y
lo necesito.
He cambiado pesadillas por sueños
confusos, que parecen sueños… pero que cuando hago memoria, se que son
recuerdos. Sólo cuando hago memoria lo
veo, pero a la vez me doy cuenta de que sólo ha sido un sueño.
Supongo que esto es parte del desamor, de la
desazón de que deja un abandono, de la decepción de una persona grande que se
ha hecho chiquitita, y que no sé si la tengo en alguna parte ya de mi cabeza o
de mi corazón, porque hace tanto que no lo siento que va desapareciendo poco a
poco…lentamente, pero desaparece cada vez más.
Y parece que fue ayer, pero en
realidad ya no lo es.
Y el día pasa…odiosamente lento,
como si las agujas del reloj fueran cuchillos que se fueran clavando más
adentro, pero cuando miras atrás…ves que en realidad el tiempo vuela…que no se
ha parado esperando, que no deja de avanzar, y que te obligar a mirar hacia
adelante.
Desespera la desesperación de la
esperanza. Y desconsuela, el consuelo del desconsuelo.
Angustia, agota y desgasta.
El presente de la primera persona
del plural del verbo amar, se convierte en un pretérito imperfecto, con tan
poco futuro como imperfecciones.
Los sujetos de la oración y su
predicado dejan de enunciar verdades, para formular preguntas y dejar paso sólo
a las dudas.
Yo, me, mi, contigo…quedan en un
miedo a recordar para dar paso a un egoismo incierto, de un vacio consigo.
¿Quién era? ¿ Y por qué aún le
escribo?
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