Wilhem, ¿qué sería sin amor el mundo para nuestro corazón?
Una linterna mágica sin luz. Apenas pones la lamparilla aparecen sobre tu
blanca pared imágenes de todos los colores. Y aun cuando no fueran más que eso,
fantasmas pasajeros, constituyen nuestra felicidad si los contemplamos como
niños pequeños y nos extasiamos ante esas maravillosas apariciones. Hoy no he
podido ver a Lotte, me retuvo una visita ineludible. ¿Qué hacer?. Le envié mi
criado solamente por tener a mi alrededor alguien que hoy hubiera estado cerca
de ella. Con que impaciencia le estuve esperando, con que alegría volví a
verlo. Si no me hubiera dado vergüenza me habría gustado tomar su cabeza y la
habría besado. Cuentan de la piedra de Bolonia que si se la pone al sol absorbe
rayos y resplandece algún tiempo durante la noche. Lo mismo me sucedió a mí con
el criado. La sensación de los ojos de ella se habían posado en su rostro, en
sus mejillas, en sus botones y en el cuello de su casaca ¡hacíamelo tan
sagrado, tan valioso!. En aquel instante no hubiera cambiado mi criado por mil
táleros. ¡Me sentía tan a gusto en su presencia...! Dios te libre de reírte.
Wilhem , ¿será la felicidad producto de la fantasía?.
(...)
Muchas veces se ha dicho que la vida humana no es más que un
sueño, y no puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos
límites en que están encerradas las facultades intelectuales del hombre; cuando
veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras
necesidades, que éstas sólo tienden a prolongar una existencia efímera y que
toda la tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigaciones no es
otra cosa que una resignación meditabunda, ya que nos entretenemos en bosquejar
deslumbradoras perspectivas y figuras abigarradas en los muros que nos
aprisionan... Todo esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí
mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo más poblado de
presentimientos y de deseos sin formular, que de realidades y de fuerzas vivas.
Y entonces mis sentidos se nublan y sigo por el mundo con mi sonrisa de
ensueño. "
Las desventuras del joven Werther, de Johann Wolfgang
von Goethe
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